Un día, nos dimos cuenta de que comer sano sabe a castigo y nos obsesionamos con la idea de disfrutar sin sentirnos culpables. Así que hicimos lo que mejor sabemos: cuestionarlo TODO.

Nos dimos el gustazo de romper barreras con creatividad, ciencia e innovación. Y nos lanzamos a trabajar en la máxima representación del placer: el chocolate.

El reto estaba claro, mantener la nostalgia del snack dulce de chocolate sin meternos 25 gramos de azúcar al cuerpo. Así que sacamos el azúcar de la ecuación y nos quedamos solo con lo bueno. Sabor, textura y mucho, mmmucho placer.

Probamos. Fallamos. Probamos de nuevo y volvimos a fallar. Fallamos sin probar y probamos sin saber si íbamos a fallar. Hasta que dimos con la receta perfecta.